EXPLOSIÓN DE TRIBUS URBANAS

27/12/2011 - 12:00 am

Las Tribus Urbanas son un fenómeno que nada tiene de nuevo, pero que continúa de rabiosa actualidad en nuestros días. Llegaron primero los rockeros en los años 50, quienes supieron diferenciarse del resto, inspirados por la música rock & roll, los vaqueros y las chamarras de cuero. Aparecieron a continuación los hippies, impulsados por el espíritu revolucionario del mayo de 1968. Los punks nacieron en Londres a principios de los 70, con el fin de representar una clara oposición al sistema establecido. Los grunges, los heavies, los metaleros, los hip-hoperos… todos ellos nacieron en un ambiente y una época concreta, reivindicando unas ideas, una estética y una forma de ver la vida diferente.

Hoy siguen surgiendo nuevas modas. Las calles están invadidas por grupúsculos sociales: emos, poperos, mods, góticos…. Y muchas veces estos movimientos se alejan significativamente de su motivación original para convertirse en un superfluo conjunto de atuendos y peinados que les enmarca dentro de un claro público objetivo, gancho perfecto para marcas de ropa o discográficas que conocen a la perfección sus puntos débiles.

Este es el caso de los emos. No mucha gente sabe que hay una historia más allá de esta nueva pandilla de quinceañeros depresivos con cortinones a modo de flequillo. El movimiento emo surgió en los años 80 como tendencia musical derivada del punk hardcore. El vocablo es un apócope de Emotional Hardcore, y su estilo musical se caracterizaba por la creación de composiciones de carácter introspectivo, incluyendo en sus estructuras musicales eficaces cambios de ritmos, crescendos y decrescendos que alternan la furia con sonidos más íntimos y apacibles. Su ideología se alejaba conscientemente del estilo de vida consumista y se movían a la par de otros movimientos como el punk, el hardcore, o incluso la filosofía straight edge, ligada al veganismo, el autocontrol y la absoluta abstinencia en el consumo de alcohol y drogas.

Poco tienen que ver con el emo primigenio los grupos que escuchan las nuevas generaciones, como My Chemical Romance o Green Day. Sí han supuesto, en cambio, importantes aportaciones al género grandes bandas de los 80 y 90 como Minor Threat, Sunny Day Real Estate, Jimmy Eat World, The Get Up Kids, y tantas otras…

Los mods, por su parte, sí se han mantenido más fieles a su estilo primigenio, originario de los ambientes pequeño burgueses del Londres de los años 60. Siguen escuchando clásicos del rock como The Beatles o The Doors y maestros del soul melódico como Marvin Gaye. Siguen luciendo impecables chamarras de pana con coderas, gafas de pasta y media melena con raya al lado… Siguen abogando por una ideología moderadamente “progre” e individualista, muy acorde con ciertos sectores de poder de nuestra sociedad. Y sobre todo, les sigue gustando disfrutar del buen ambiente de los mejores clubs de la ciudad, de los genuinos diseños de las grandes firmas de ropa, y de la excelente calidad sonora de sus discos de vinilo, adquiridos por un módico precio en alguna tiendecita de los barrios de moda, en cualquiera de las grandes capitales del mundo. Los mods, o “modernos” de hoy en día, son asiduos a festivales de música. Se dedican a lo que les gusta y pasan un buen rato con sus colegas charlando sobre la filosofía existencialista de Sartre, mientras beben cerveza de marca. Pero me da la impresión que de la misma forma, se dejan atraer con facilidad por una nueva tendencia “marketiniana” que pretende vender un estilo de vida individualista, mesuradamente comprometido con las causas sociales e incluso, me atrevería a decir, algo frívolo.

Y qué decir de los góticos. Este entrañable grupo de jóvenes enamorados de la incesante bruma y de los inhóspitos parajes descritos en las novelas. De las melenas despeinadas al viento, de los corsés, de las rosas negras, de los excéntricos e imposibles escenarios recreados por el maestro Tim Burton y su amante esposa Helena Bonhan Carter. El mundo gótico nació ya hace más de un siglo, inspirado en el romanticismo de obras como la Abadía de Northanger, de Jane Austen, o Cumbres Borrascosas de Emily Brontë. En los 70 se vinculó a movimientos musicales como al punk o la new gave, con la aportación de grupos míticos como The Cure o Joy División. También ha crecido de forma paralela a grupos rocks y heavy metal como Black Sabbath o los más recientes Epica y Nightwish. Series como La Familia Adams o Los Monster popularizaron en los 80 un género vinculado al mundo sobrenatural y la muerte, pero con evidentes pinceladas de humor.

Hoy en día, sagas cinematográficas como Crepúsculo o series como True Blood han relanzado un estilo que se encontraba en horas bajas. Los gótico es pura expresión del espíritu romántico, de la irrealidad… De la sensualidad ligada a la muerte, y de la dualidad del ser humano entre aquello que a su vez le atrae y le asusta… de la sensación del vértigo. En cierto aspecto, es más un tema literario o artístico que un movimiento social, pero su repercusión a lo largo de la historia más reciente ha sido tal, que se ha convertido en otro nuevo fenómeno cultural. Pero como casi todo movimiento urbano de nuestros días, poco saben las jovencitas enamoradas de Robert Pattinson de las motivaciones humanísticas y filosóficas que movieron a Mary Shelly a escribir su espectacular Frankskestein. Y lo mismo podría decir del Drácula de Bram Stoker.

Quizá se traten éstas de descripciones con un cierto punto simplista y caricaturesco, pero, en fin, a eso se arriesga uno cuando abandona su “yo” esencial para crear otro de cara al público que le permite inscribirse dentro de un grupo.

La cuestión es que las tribus urbanas continúan de rabiosa actualidad. Quizá sus ideales no son tan férreos como los de sus precursores, quizá no saben siquiera qué reivindican… Lo cierto es que dentrode su colectivo, saben quiénes son. Experimentan un sentimiento de pertenencia a la colectividad, que les da un pequeño respiro dentro de un mundo en el que no se sienten identificados.

Y por último, permítame el lector una reflexión muy personal. Yo nunca pertenecí a ninguna de estas tribus, ni pienso pertenecer en el futuro. Quizá mi autoconciencia como individuosiempre ha sido más fuerte que mis ansias de inclusión social.

Alicia Valeria Alonso / Culturamas.es
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